Iban a hacer la declaración de independencia, pero minutos antes de la hora acordada, cambiaron el guión. La CUP se quedó atónita y dijo que iba a suspender su presencia en el parlamento. Puigdemont hizo un discurso confuso donde declaró la independencia y la suspendió segundos después. La gente en las calles también se quedó atónita y se fue a casa entre lloros y caras marcadas por la perplejidad. ¿Qué ocurrió?
Ocurrió que el Pdecat (ex-CIU) nunca quiso la independencia, básicamente porque sabía que era imposible. Ya había salido hace unos días Artur Mas dando información confusa a medios internacionales sobre la (no) viabilidad de la declaración unilateral de independencia (DUI). El 10-O se le vió en el parlamento tutelando en todo momento a Puigdemont (su «delfín»). Se ve claramente quien está realmente controlando el gobierno catalán y sus decisiones en la sombra. Justo al finalizar la sesión en el parlamento, sale a la calle y hace unas declaraciones en directo para la BBC diciendo que han recibido presiones internacionales para que se negocie con el gobierno español (aun decepcionando a mucha gente), y que para eso necesitan tiempo.
Hay que recordar que Puigdemont, según la ley que aprobaron, debía cumplir el mandato salido del referéndum del 1-O en el que ganó de el «Sí» a la independencia. Con la declaración del otro día, Puigdemont no solo no cumple las leyes que aprobó el parlamento catalán del que es presidente, si no que además decepciona a cientos de miles de personas que esperaban en las calles la declaración oficial la independencia catalana (DUI) y empezar la celebración: decepción y todos a casa.
Personalmente creo que estamos viviendo la desarticulación del proceso de independencia, iniciado en 2012 por CIU (ahora Pdecat) para presionar al gobierno español debido a que no podía conseguir dinero por la mayoría absoluta que habían obtenido hacía poco tiempo el PP (y con el que estaban acostumbrados a negociar). Hasta creo que lo de las empresas que «se van», también está hasta cierto punto «orquestado» (al menos de las grandes). Digo que «se van», porque todo eso de cambiar su domicilio social es algo fácil de hacer y que no implica nada (si se paraliza todo el proceso, en menos de 24h horas seguro que vuelven a cambiarlo). Es una forma de generar miedo en la gente (se vio con las colas de gente para mover su dinero en ciudades de los alrededores de Cataluña).
CIU nunca quiso una independencia real, pero agitó su bandera para seguir en el poder. Y a eso no hay que restarles méritos pues siguen controlando más de la mitad del gobierno catalán y ostentan la presidencia. Y eso que según las últimas encuestas serían la tercera o cuarta fuerza catalana, pasando a ser casi irrelevantes como lo son ahora PP o PSOE. La primera sería ERC, un partido que sabe que podría ser primera fuerza desde 2015, pero que debido a su clara falta de liderazco o miedo escénico, no ha tenido el valor para tomar las riendas y las futuras decisiones de Cataluña.
Todo se resume en una especie de «juego de tronos» entre el gobierno español, el conglomerado independentista y el resto de los partidos políticos, que no pierden la oportunidad de sacar tajada del conflicto.
¿Atado y bien atado? Quien sabe, pero lo que se atisba a ver es que con la inminente aplicación del artículo 155 de la constitución española y sin el ansiado apoyo internacional ni europeo, a Puigdemont solo le quedan dos opciones: proclamar la DUI o convocar elecciones que reorganicen la representación parlamentaria de los nuevos escenarios políticos que se están formando debido a los últimos acontecimientos. Y con casi total seguridad, el escenario serán unas elecciones con el consiguiente pinchazo del movimiento independentista.